miércoles, 8 de septiembre de 2010

PASTORIL


Amados hijos míos, como ya es tristemente sabido, ayer, en una aciaga noche argentina, nuestra amada y nunca del todo ponderada selección de fútbol, la roja para los amigos, fue ultrajada con cuatro malignos goles que fueron como cuatro puñaladas en los sagrados corazones de nuestro señor Jesucristo y de su virginal madre Nuestra Señora del Perpetuo Mosqueo y por extensión, lo fueron también en el doliente corazón de todos los españoles.

Hijos míos, españoles todos, ni que decir tiene, que si este terrible hecho ocurrió, fue como castigo a que los españoles nos olvidamos con demasiada facilidad del Señor y rezamos poco. Y cuando esto ocurre, el Señor, que para eso es Dios, nos castiga con el más cruel de los anatemas:; la derrota futbolera. Y lo hace, con el sagrado fin de que reflexionemos, nos llegue el arrepentimiento y le rindamos continua y piadosa pleitesía y veneración.

Reflexionemos pues, hijos míos, elevemos nuestros ahora maltrechos corazones al Señor con sincera humildad y pidámosle que nos ilumine, para que nunca más, ningún otro equipo vuelva a mancillar al mayor tesoro que poseemos los españoles; nuestra, hasta ayer, invicta selección española de fútbol, la roja para los amigos.

Ser conscientes, amados hijos míos, de que el divino fútbol es aliento de vida y luz de salvación para todos los españoles, porque... ¿qué sería de España si desapareciera el fútbol? Si hecho tan terrible ocurriera, amados hijos míos, millones de españoles se sentirían desamparados, vagarían desorientados y llorosos por las calles y el suicidio de millones de aficionados nos diezmaría inexorablemente. El territorio que ahora ocupa España en la península Ibérica se desecaría hasta convertirse en el más estéril e inhóspito del planeta y la vida en cualquiera de sus diferentes formas, no sería posible en los próximos diez mil años.

Rezad pues, amados hijos míos, recordad que Dios es un gran aficionado al fútbol y un seguidor incondicional de la roja y tened muy presente, que lo ocurrido anoche fue solo un castigo a nuestra insolente irreverencia hacia el Señor. Si rezáis con el recogimiento y piedad que el caso merece, nuestro bien más preciado, la roja, volverá a ser la invicta selección de fútbol que atemoriza con su triunfador juego al resto de los equipos de todo el universo y parte del extranjero. Amén.


Padre CHE-CHU

Guía espiritual de las reverendas hijas de Utah


NOTA:

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